«Con todo, la mejor de la noche fue Berna Perles, una Micaela delicada, lírica y emotiva, de una línea de canto impoluta y gran sensibilidad expresiva.«

 

CRÍTICA DE MÚSICA – DIARIO DE SEVILLA

Mareando la perdiz con ‘Carmen’

ANDRÉS MORENO MENGÍBAR | ACTUALIZADO 18.09.2016 – 05:00

Homenaje a ‘Carmen’. Solistas: Rinat Shaham (Carmen), Leonardo Capalbo (Don José), Berna Perles (Micaela) y Carlos Daza (Escamillo). Compañía flamenca ‘Antonio Andrade’. Coro de la A. A. del Teatro de la Maestranza. Coordinación artística: Cristina Hoyos. Director: John Axelrod. Lugar: Reales Alcázares (Patio de la Montería). Fecha: Sábado, 17 de septiembre. Aforo: Lleno.

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Patio de la Montería del Real Alcázar de Sevilla

En este año se ha cumplido el vigésimoquinto aniversario de la craeación del Teatro de la Maestranza y de la Sinfónica. Pero en el próximo abril se cumplirán veinticinco años que no se representa Carmen en Sevilla. La ópera, quiero decir, porque de arreglos, suites y selecciones hemos tenido en la pasada temporada una buena ración. Ración que llega al límite de lo explicable con este híbrido, más pensado para turistas que para Sevilla, que anoche se presentó en los Alcázares. La ópera de Bizet es la más representada de todo el repertorio y cada día se lleva a escena en algún lugar del mundo. Menos en Sevilla, claro, que aquí somos así, que no sabemos aún cuándo subirá al escenario del Maestranza la ópera con la que más se identifica a Sevilla.

Ya empieza a cansar la vinculación de Carmen con el flamenco porque sí. Si es porque habla de una gitana, en Il trovatore hay muchos más gitanos y a nadie se le ocurre sacar un cuadro flamenco a cantar y bailar por bulerías antes de la ejecución de Manrico. Que es lo que se hizo anoche justo antes de la escena de la muerte de Carmen, sin sentido dramático ni estético, sólo para abundar en el tópico y en el kitsch justo donde menos se debería caer en estas cuestiones.

Ya que no tenemos la ópera, hay que conformarse con una selección, que en lo musical sí que funcionó a mejor nivel que en lo conceptual. Axelrod imprimió brío y quizá demasiado sonido en los momentos más populares, pero fue la suya una batuta siempre atenta a la acción dramática y a las entradas de los cantantes. La orquesta sonó con calidad, salvo algunos pasajes chillones en los violines primeros en el preludio del cuarto acto. Como estridentes sonaron las sopranos del coro en varias ocasiones.

Berna Perles

Es la Carmen de Rinat Shaham un volcán de pasión y sensualidad, con una voz de denso y oscuro color, pero con brillo y buenos graves que le permitieron salir airosa de la escena de las cartas. Debería controlar la tendencia a exagerar el fraseo y alargar las frases desvirtuando la línea de la melodía. Pasional y de timbre corpóreo, Capalbo tuvo su mejor momento en la escena final, pero en los pasajes delicados le faltó regular y matizar. Daza es también una voz sobrada de potencia, de dinámicas fijas y algo corto de graves. Con todo, la mejor de la noche fue Berna Perles, una Micaela delicada, lírica y emotiva, de una línea de canto impoluta y gran sensibilidad expresiva.

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Axelrod da instrucciones a Berna Perles

 

«Pero la mejor voz de la noche fue la Micaela de la malagueña Berna Perles: delicada, emotiva, expresiva, con una proyección limpísima, encantadora…»

 

CRÍTICA DE MÚSICA – ABC de Sevilla

«Carmen»: el todo vs. las partes

El «Homenaje a «Carmen»» que realizó la Sinfónica en el Real Alcázar dio la sensación global de mezcolanza para turistas, aunque la orquesta estuvo muy bien guiada por su director

JOSÉ LUIS LÓPEZ LÓPEZ  – Actualizado: 20/09/2016 17:34h.

Esperamos que el título explique esa inusual calificación de dos y cuatro estrellas, aplicada a un mismo espectáculo. Sencillo: por un lado está el «todo», el conjunto, que, como tal, va muy benévolamente servido con dos estrellitas. Porque el mejunje de Orquesta y canto (coral y solista) de diversas partes seleccionadas de la ópera de Bizet, con las actuaciones de la Compañía Flamenca «Antonio Andrade» era un parche que no pegaba ni con cola, y que daba la sensación global de mescolanza para turistas. Tanto en los momentos en que el grupo flamenco «ilustraba» -es un decir- la acción operística, como en aquel otro en que se «suspendió» la música y el canto para que se nos deleitara con un animado cuadro de tablao, en el que bailaores, cantaor y cantaora, guitarristas, palmeros, se lucieron de lo lindo (incluso John Axelrod se dio la vuelta dando la espalda a la Orquesta, y desde su podio orquestal, como desde un balcón, se dedicó a contemplar las bulerías y demás).

Sin embargo… Sin embargo, si hacemos un fuerte esfuerzo de abstracción y consideramos que allí había dos espectáculos diferentes, vistos por separado, la cosa cambia mucho (cuatro estrellas). La Sinfónica estuvo muy bien guiada por su director (si acaso, un poco demasiado ruidosa a veces, pero eso puede ser atribuido a la servidumbre de tener que utilizar micrófonos y amplificadores, lo mismo que los cantantes solistas y corales, en un recinto grande y abierto), atento a las entradas de los personajes.

La Carmen de la bella Rinat Shaham (nacida en Israel), sonó sensual, apasionada, de color algo oscuro. El Don José del italo-americano Leonardo Capalbo necesitó regular mejor su emisión llena y redonda; bien en la escena final, pero fue una «pasada» que matara a Carmen estrangulándola con su corbata (¿no había un puñalillo por allí?). El barcelonés Carlos Daza, como Escamillo, cumplió adecuadamente. Pero la mejor voz de la noche fue la Micaela de la malagueña Berna Perles: delicada, emotiva, expresiva, con una proyección limpísima, encantadora…

Y si somos capaces de imaginar que fue otro día, a otra hora, cuando intervino la compañía flamenca, se hubiera visto con mucho gusto. Sobre todo estuvo magnífica su primera bailaora, también malagueña, Úrsula Moreno (la idea era crear contrafiguras danzantes: Úrsula, con su peinado y su vestido, pretendía representar «también» a Carmen; José Luis Vidal, «Lebri», a Don José, etc.). Y es que se utilizaron retazos de la obra, ya conocida, «Mi Carmen flamenca». Pero el «invento» no funcionó, como el agua y el aceite. Todo por no respetar a los preceptistas clásicos, que advertían del caos que puede resultar de una mezcla inadecuada de estilos…

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