Reproducimos la extraordinaria crítica de José Antonio Cantón en SCHERZO del Concierto de Ludmil Angelov con la Orquesta Filarmónica de Málaga
Excepcional Chopin en Málaga
Málaga. Teatro Cervantes. 09-II-2017. Orquesta Filarmónica de Málaga (OFM). Ludmil Angelov (piano). Director: Minhea Ignat. Obras de Frédéric Chopin, Wolfgang Amadeus Mozart y Richard Strauss.
Desde que consiguiera el Premio Extraordinario «World Music Masters» de Montecarlo el año 1994, el pianista búlgaro Ludmil Angelov no ha parado de afianzar su perspectiva del glorioso pasado decimonónico con una autoridad y dominio indiscutibles. Se ha convertido en un referente del repertorio romántico, especialmente en Chopin, del que conoce en profundidad la totalidad de su obra, que ha llegado a interpretar en múltiples ocasiones. Angelov transita desde hace más de cuarenta años con tal aristocracia artística que lleva a recordar a los grandes mitos del teclado, muestra de ello aparece en su forma de interpretar, todo un ejercicio de pura sabiduría, autenticidad estilística y diáfana transmisión musical.
Pese a las dificultades que encierra el Primer concierto para piano y orquesta en Mi menor, Op.11 de Chopin, tocó su primer movimiento con el sutil grado de delicadeza que requiere la creación de este compositor, sin menoscabo de sustentar en todo momento una presencia sonora equilibrada con la orquesta que seguía los tempi que marcaba el piano y que, desde el pódium, el maestro Ignat supo respetar siempre. Angelov demostró conocer los secretos de esta obra desgranando todos los detalles de su discurso con apolínea articulación. Ésta llegó a su grado sumo en la romanza central, con un larghetto en el que surgieron las nobles esencias del pensamiento chopiniano. El pianista logra mantener constantemente una expresión cuasibelcantista exquisitamente declamada.
Su preciso mecanismo, puesto siempre al servicio de la más esencial musicalidad, fue todo un ejemplo de uno de los principios técnicos más elementales a la vez que difíciles en los que Chopin basó su singularidad pianística. No es otro que un claro concepto de tener la tecla como punto de apoyo donde, desde la pulsación, transmite el mensaje musical, con un equilibrio perfecto en el peso del brazo y la capacidad de deslizamiento de la muñeca y los dedos, uno de los grandes secretos del alto virtuosismo pianístico que propone Chopin y que en Angelov adquiere el mayor grado de expresividad con su soberbio sentido del rubato. Esta esencial seña de identidad del compositor polaco fue aún magnificada en el bis con el que correspondió a los aplausos del público; el Nocturno en Do sostenido menor, Op. post. que interpretó con un alto grado de contenida pasión.
La segunda parte del concierto estuvo ocupada por la Sinfonía «Linz» de Mozart, junto a la jovial y placentera Suite del «Caballero de la Rosa» de Richard Strauss. La primera funcionó adecuadamente desde la experiencia de la orquesta que últimamente está más atenta en mejorar la escucha de sus profesores entre sí, dando la sensación de un instrumento cada vez más cohesionado en su actual progresión artística.
En las dos primeras piezas de la segunda, el fino virtuosismo que pide Strauss quedó falto de ajuste desde la capacidad constructiva del director que no llegó a exhibir en momento alguno el adecuado sentido de anacrusa o anticipación gestual que el autor pide constantemente en su ampuloso y a la vez camerístico lenguaje musical, dificultándose así la ineludible transmisión que exige la dirección de esta suite. Con todo, la interpretación adquirió mayor entidad artística en los tres episodios finales en los que la OFM manifestó la prestancia técnica y musicalidad que vienen siendo crecientes en la presente temporada.