Pacho Flores y Jesús ‘Pingüino’ González retoman el proyecto ENTROPÍA en la programación de la Sociedad Filarmónica de Gibraltar. Entropía, segundo disco de Pacho Flores para Deutsche Grammophon, es un proyecto camerístico en Pacho Flores se acompaña del guitarrista, contrabajista, cuatrista, compositor y arreglista Jesús ‘Pingüino’ González, que se desarrolla en torno a algunos clásicos de la música latinoamericana junto a obras de ambos artistas Pacho y Jesús.
Este trabajo fue galardonado medalla de oro de los Global Music Awards en la categoría de dúo instrumental y es un proyecto por el que Pacho Flores siente una especial devoción y que mantiene en circulación regularmente, siempre junto a Jesús González, alternando con su presencia junto a algunas de las más importantes orquestas del mundo.
Estas son las palabras de Álvaro Gallegos que figuran en el libreto del disco: Pacho Flores y Pingüino González unden sus almas musicales en queridas piezas del mundo latinoparlante, más unas cuantas creaciones originales. Aunque podríamos decir que cada interpretación se vuelve única y propia en sus manos, y es un producto de la afortunada sinergia caracterizada por una aguda intuición musical que fluye por sus venas. La nostalgia de Amor concreto, un vals venezolano del compositor Henry Martínez, nos introduce en la atmósfera de un disco que sitúa al auditor en un ambiente nocturno, como si estuviese un local, un bar o similar, de cualquier punto del continente americano. Hablar de vida bohemia, sumado a hablar del cruce entre música popular y música “clásica”, nos da como resultado el nombre del compositor argentino Astor Piazzolla, quien en 1986 compuso L’Histoire du Tango. El título y los nombres de sus cuatro movimientos son en francés, pues no olvidemos que este maestro estudió con Nadia Boulanger. Fue su manera de “contar” la historia de esta revolucionaria danza a los europeos. Original para flauta y guitarra, Pacho Flores y Pingüino González nos entregan su sensible adaptación en dos de sus movimientos, Bordel 1900 y Café 1930.
Cinco auténticos clásicos del canon popular latinoamericano son cuidadosamente hilvanados en el Popurri, que se convierte en un delicioso continuo musical lleno de colores y emociones. De las llanuras venezolanas evocadas por Sabana de Simón Díaz y Tonada de luna llena, saltamos al merengue de Patatín Patatán de autoría de ese gran exponente del cuatro que es Pablo Camacaro, desembocando en dos obras maestras del bossa nova de la pluma de su genio creador Tom Jobim, Aguas de marzo y Chega de saudade. Esta última, con su irresistible rítmica, se beneficia de un mayor lapso de tiempo en esta interpretación que llega así a un cadencioso clímax.
El material original llega de la mano de Morocota, firmada por Pacho Flores, y que toma el vals de su país como inspiración. El bien trabajado material melódico, romántico y enraizado en el campo, resuena con fulgor en la corneta, y es sostenido por un sensitivo manejo de la guitarra por parte de Pingüino González. Luego de esta pieza uno queda con ganas de escuchar más música de Pacho el compositor. El contraste urbano llega con Café Madrid, compuesta por González, sincopados ritmos con tintes de jazz permean esta pieza, y ambos músicos ofrecen pulcros solos.
El dúo vuelve a seducirnos con el tango, pero esta vez no bajo la sofisticación piazzollesca, sino que yendo a su más pura esencia con dos piezas de Carlos Gardel (textos de Alfredo Le Pera). Flores y González toman el riesgo de versionar dos de los himnos porteños por excelencia, sumando sus nombres a una larga lista de músicos que les han imprimido su sello. El día que me quieras se asoma como la sentida balada tanguera por excelencia, con una introducción de guitarra que adquiere alma propia. La popular melodía es cantada por Flores con su corneta, inspirándose en los fraseos del propio Gardel. El tango como danza aflora en la igualmente célebre Por una cabeza, que obtiene un tratamiento de suaves dinámicas por el dúo, otorgándole una cualidad más introspectiva que conecta de mejor manera con el texto, que trata de un jugador que perdió en las apuestas de carreras de caballo. Podríamos calificar esta versión como un lamento danzado.
De la romántica Buenos Aires saltamos nuevamente a Brasil, el gigante sudamericano, y una creación del recordado músico Pixinguinha titulada Carinhoso. Se trata de un choro, género musical brasileño, cuyo nombre deriva del verbo chorar (llorar en portugués), y que compositores como Heitor Villa-Lobos y Ernesto Nazareth se encargaron de llevar al mundo clásico. Ese sentimentalismo propio del choro es tratado con rigurosa fidelidad. El llanto de la corneta de Flores dialoga con el acompañamiento fluido y carente de lugares comunes que otorga la guitarra de Pingüino, que también tiene sus puntos de lucimiento personal. En un panorama de idiomas populares latinoamericanos que han alcanzado un reconocimiento universal no podía faltar Ernesto Lecuona, el gran maestro de la música cubana, de quien se incluye la que es su pieza más emblemática, La Comparsa. Originalmente un danzón cantado, en manos del dúo adquiere una profundidad que invita a la escucha más atenta para captar cada resonancia de la corneta y los deliciosos acordes de la guitarra. Es música para reflexionar al mismo tiempo que para bailar. Para la mente y para el cuerpo.
Luis Laguna, emblema de la música de raíz venezolana, vuelve a aparecer como autor de Un heladero con clase. El merengue se funde con una visión cuasi-barroca en un mini-concierto para fiscorno y guitarra, colorido en su enfoque, preciso en su ejecución, y auténtico como puente que ejercen estos embajadores musicales de su país. Sin más, González toma el cuatro, típico instrumento de cuerdas de Venezuela en San José de Lionel Belasco, músico trinitense que en los años ’30 vivió en Maracaibo, y dejó una honda huella en la música local. El sentimiento patriótico trasunta en esta vibrante y festiva danza.
Otra pieza original de Flores termina este recorrido sonoro. Una sambinha (pequeña samba) tripartita titulada Labios vermelhos con que la dupla invita a todos a bailar. El espíritu del bossa nova impregna un discurso sencillo pero sólido, donde brilla la improvisación del autor, con el añadido de una sordina en su sección central. Retomando una idea de más arriba, podríamos esperar con ansias que Pacho nos sorprenda cualquiera de estos días con un concierto para trompeta (o corneta, o fliscorno, o cualquiera de su arsenal de instrumentos) de su propia autoría.