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Admirable construcción sinfónica

Por José Antonio Cantón, SCHERZO

Refiriéndose a esta imponente sinfonía, el propio Mahler llegó a decir a su amiga la violista Natalie Bauer-Lechner que en ella «pretendía construir un mundo (sonoro) con todos los medios técnicos a su alcance». «Lo que quiero expresar es cambiante, siempre nuevo, y ese propio contenido determina su forma», añadía. Este pensamiento ha sido el motor y guía que ha determinado el gran trabajo de montaje que ha realizado el maestro caraqueño Hernández Silva. Desde el grandioso y programático himno a cargo de las trompas que abre el primer movimiento, la exposición de cada una de sus partes fue encaminada en acentuada progresión expresiva al momento cumbre de su mensaje, cual es el Lento, tranquilo y hondamente sentido tiempo final.

Tal planteamiento fue una de las claves de la bondad estética de este concierto. Cada una de las secciones instrumentales de la orquesta, de modo singular la percusión, se entregaron absolutamente a los dictados de su titular, constituyendo el otro elemento causal de la admirable construcción musical alcanzada con esta obra, en la que Hernández-Silva demostró su sólida formación, mezcla de la mejor tradición vienesa con el espíritu y sentir latinos naturales de su origen hispanoamericano. La tensión del gesto fue el modo con el que expresó un primer tiempo, bien decidido en su cuidada medida, que sirvió como desencadenante efecto espectral de su compleja sonoridad.

Con un calmo y contenido discurso determinó la esencia combinatoria de los dos temas que contiene el segundo, dejando una plácida sensación. Del tercero hay que realzar la excelente intervención del solista Ángel San Bartolomé en su solo de fliscorno, que sustituía la post-horn (trompa postal) original, convertido en catalizador emocional de este movimiento, desde una unívoca colaboración con el podium. En el cuarto fue María José Montiel quien brilló con el lirismo canoro que proyectó sobre los zoroástricos versos de Friedrich Nietzsche, que expresan un eterno e infinito anhelo de gozo. Una gran conjunción coral se pudo apreciar en el quinto movimiento, debiéndose así de resaltar el excelente trabajo realizado por Salvador Vázquez y Narciso Pérez del Campo con sus respectivos coros. Hernández Silva alcanzó un verdadero estado de gracia en el último tiempo, sabiendo condensar todas las emociones de trascendente y profana religiosidad que quería transmitir Mahler en su música.

 

 

Un Mahler valiente

Por José Amador Morales, MUNDOCLASICO 

El último concierto de la presente temporada de la Orquesta Filarmónica de Málaga ha traído a los atriles nada más y nada menos que la Sinfonía nº3 de Gustav Mahler. Una suculenta prueba de fuego para músicos y, especialmente, para su actual director musical que recientemente ha renovado su titularidad ante la misma por otros dos años. No en vano, Manuel Hernández Silva está desarrollando una labor que, como sucediera en sus recordados años al frente de la Orquesta de Córdoba, puede matizarse en un sentido o en otro pero ante la que no cabe duda de que responde a un trabajo cualitativa y cuantitativamente bien hecho. 

Resulta significativo el contraste de la prestación del conjunto malagueño entre el concierto de presentación del mismo Hernández Silva hace más de tres años (que por cierto incluía los Kindertotenlieder)  con el que comentamos, revelando una notable evolución en cuanto a mero sonido. Aquí convenció por ese sutil juego de texturas, tan mahleriano por otra parte, que ya fuese densamente sinfónico o camerístico, demostró el acreditado conocimiento de este repertorio por parte del director hispanovenezolano. Y particularmente por esa capacidad para ir graduando una in
tensidad que, en cualquier caso, siempre estuvo a flor de piel y que desde luego desembocó en un movimiento final tan hermoso como rotundamente expresivo. En este sentido no hubo freno de mano, si se nos permite la expresión, en esta apuesta decididamente valiente y para nada conservadora que indudablemente tenía su riesgo. No encontramos esos atisbos de calculada contención o sobreprotección que son usuales cuando los intérpretes son conscientes que la obra les excede y en consecuencia asistimos a un Mahler con mayúsculas, en absoluto mediocre.
 
Por su parte, María José Montiel supo resaltar las principales virtudes de su voz (homogeneidad, proyección y color) al tiempo que disimular sus defectos (dificultades con el estilo, falta de idiomatismo, afectación…). El Coro de Ópera de Málaga y la Escolanía Santa María de la Victoria actuaron con pulcritud y entrega, al igual que unos músicos de la Filarmónica de Málaga que, pese a la – hasta cierto punto comprensible – irregularidad en el nivel de las prestaciones solistas, sin duda estuvieron a la altura de la obra.
 
 

Manuel Hernández-Silva dirige la ‘Sinfonía nº 3’ de Mahler con la Filarmónica de Málaga

14 de junio de 2017. Por Alejandro Fernández, CODALARIO

Como sabrán la Filarmónica de Málaga, más de un cuarto de siglo después, sigue sin el escenario ideal para poder realizar conciertos. Cuando hace un par de semanas escuchábamos la Quinta sinfonía de Bruckner de la mano de uno de sus grandes especialistas como es la batuta del madrileño Carlos Domínguez percibimos la misma mixtura de sentimientos entre pudor y asqueamiento, entre náuseas y falta de miras. Esta orquesta no merece ese trato por parte de las administraciones que las sostienen, pero una de las consecuencias de tanto formato bidimensional colgado es la realidad que vive y va a seguir viviendo la OFM en el horizonte más cercano. Especular con el arte sólo genera propaganda para beneficio de muy pocos.

Ha transcurrido más de una centuria del estreno de la Sinfonía nº 3 en re menor, de Gustav Mahler y da la impresión que continúa despertando la misma vehemencia e indiferencia en el auditorio. Manuel Hernández-Silva, titular de OFM también apostó, como en su día hizo Edmon Colomer, por el gran sinfonista de la escuela vienesa en el colofón de la temporada. Colomer la Segunda y Hernández-Silva la particular visión de la Creación que atesora la Tercera sinfonía. Mahler es uno de fuertes del director venezolano, e incluso podemos ir más allá al afirmar que está batuta es la gran embajadora de la escuela vienesa en nuestro país. A lo ya escrito nos remitimos, cada vez que el maestro aborda este pilar del repertorio queda ridículo el reconocimiento que supone el aplauso unánime del público. En el consciente colectivo aún continúan fijados dos referentes hasta llegar a esta tercera mahleriana; por un lado  el trabajo expuesto por  Bernard Haitink en los PROMS londinenses pasados junto a la London Symphony Orchestra (cómo no recordar también aquella impecable retransmisión guiada por Pérez de Arteaga desde Radio Clásica); y en un ámbito local, la inolvidable versión de la Sinfonía “Resurrección” y la OFM con el entonces titular Edmon Colomer.

La Creación de Mahler

Entre La Creación de Haydn y la Sinfonía en re menor mahleriana no sólo transcurre la centuria que las separa, también concurre la evolución de una escuela y la singularidad de dos decisivos discursos musicales. El bohemio supone también el nexo imprescindible entre un período y otro. Mahler en su particular visión de la Creación -plagada de angustias y preguntas sin respuestas- dibuja un escenario ascendente, no falto de sentido ascético. Hernández-Silva se valió de dinámicas contrastadas, pulso enérgico y acentuado sin menoscabo de remansos suspendidos como el Cómodo, scherzando del tercer tiempo. Cada movimiento formarían esferas dentro de un universo más amplio, la extensión del primer tiempo frente a la divina recreación del Lento final lo atestiguan. Ciento cuarenta y tres minutos de música en estado puro.

El reencuentro con el Coro de Ópera, y concretamente con las cuerdas femeninas del mismo no nos ha decepcionado. Trabajo medido y plegado a las sutilezas de la partitura gracias al esfuerzo de Salvador Vázquez, director de la formación coral que ha sabido aflorar una mayor calidad e intención vocal. Salvador Vázquez, a quien entrevistamos en exclusiva para Codalario el otoño pasado, debuta este próximo dieciséis en el podio de la Orquesta de Radio Televisión Española en el marco de los galardonados en el Concurso Permanente que organiza Juventudes Musicales de España. La Escolanía de Santa María de la Victoria que dirige Narciso Pérez del Campo cerraba el capítulo coral demostrando, una vez más, la intención del maestro y la ilusión que siempre transmite a sus jovencísimos cantores.

Otro de los pilares fijados por Hernández-Silva ha sido la apuesta por la mezzo española María José Montiel. Escuchar a la artista es siempre garantía de buen hacer independientemente de la plaza o el auditorio. Tal ha sido el grado de implicación de esta voz que incluso la emoción se asomaba en sus ojos en la segunda interpretación ante el auditorio del viernes. Entre la lectura del jueves y el viernes apenas diferencias quizás, tal vez, mayor serenidad en la última cita pero en cualquier caso un ejemplo de maestría en la forma y en la técnica.

Y finalmente, el conjunto, una orquesta especialmente recrecida con otros profesionales y futuros instrumentistas estratégicamente dispuestos por la batuta de Hernández-Silva. Pero si algo de inmenso tiene además la Tercera de Mahler son los vasos comunicantes que se establecen entre secciones como la introducción inicial de las ocho trompas o las distintas intervenciones solistas especialmente reseñables la concertino Andrea Sestakova; el papel concertante del fliscorno de Ángel San Bartolomé o en la percusión los dos timbaleros de la OFM Leopoldo Saz y Serguei Trishankov.

Concluye la temporada con el horizonte de una Sexta Sinfonía de Mahler en el cartellone de la Orquesta Filarmónica de Málaga para la próxima y la miseria de una programación que nuevamente vuelve a tener el mismo escenario que no por impropio, indigno, pero que ha agotado ya su ciclo.

 

 

 

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