Berna Perles canta hoy la 9ª Sinfonía de Beethoven con la Orquesta Sinfónica de la Región de Murcia bajo la dirección de su titular Virginia Martínez, la primera de las tres novenas que cantará en lo que resta de esta temporada 2017/18; la próximas serán con Andrea Marcon y la OCG, los días 25 y 26 de Mayo; y con la Orquesta de Córdoba y Lorenzo Ramos los días 21 y 22 de Junio. Además se la podrá ver también con la ROSS en un concierto con Junichi Hirokami, de nuevo con la OCG dirigida por Giancarlo Andretta; y con OFM y Manuel Hernández-Silva en el concierto de Año Nuevo. También será Fiordiligi en Cosí fan tutte en el Teatro Cervantes de Málaga, dirigida de nuevo por Hernández-Silva, con Curro Carreres en la dirección escénica y un reparto español que contará, entre otros, con Pablo García López en el papel de Ferrando.
Berna Perles
Nace en Málaga, donde obtiene el Título Superior de Canto en el Conservatorio Superior de Música de Málaga con Matrícula de Honor y Premio Extraordinario Fin de Carrera. Cursa un postgrado en el Conservatorio Santa Cecilia de Roma y completa su formación en el Opera Studio de la Accademia Nazionale di Santa Cecilia. Amplía sus estudios en Viena con la mezzosoprano Glenys Linos. Ha recibido clases magistrales de Renata Scotto, Mirella Freni, Mariella Devia, Teresa Berganza, Monserrat Caballé, Isabel Rey y Carlos Álvarez.
Ha sido premiada en numerosos certámenes y concursos de canto: Primer Premio de Juventudes Musicales de España; Primer Premio de la Muestra de Jóvenes Intérpretes de Málaga (2009); Finalista del Concurso Internacional de Canto Manuel Ausensi (2010); Finalista del Concurso Internacional de Canto Villa de Colmenar Viejo; Finalista del Concorso Lirico Internazionale Umberto Giordano (2012); Tercer Premio del Concurso Internacional de Canto de Logroño (2013); Finalista del Concurso Internacional de Canto Francesc Viñas (2014); Primer Premio y Premio del Público en el XIII Concurso de Nuevas Voces de Sevilla, Semifinalista de Concurso de Canto de Portofino (2016); Ganadora del I Concurso de Ópera Mozart de Granada y Primer Premio del Concurso de Canto de Logroño (2017).
Su trayectoria profesional le ha llevado a actuar, tanto en ópera como zarzuela y recitales líricos, en el Teatro dell’Opera y Auditorio Santa Cecilia de Roma, Konzerthaus de Viena, Teatro Comunale de Bologna, Opéra Royal de Versailles, Le pin galant de Mérignac, Palais des Festivals et Congrès de Cannes, Théâtre de Sète, Teatro Avenida de Buenos Aires, Teatros del Canal, Palau de la Música Catalana, Auditorio Nacional, Cervantes de Málaga, Principal de Zaragoza, Bretón de Logroño, Principal de Alicante, Gran Teatro de Córdoba o Manuel de Falla de Granada y ha cantado bajo la batuta de Dominique Rouis, Martin Mázik, Lorenzo Mariani, Edmon Colomer, John Axelrod o Manuel Hernández Silva y bajo la dirección escénica de Lindsay Kemp, Emilio Sagi, William Orlandi o Riccardo Canessa.
Ha interpretado, entre otros, los roles de Erste Dame y Pamina (Die Zauberflöte), Contessa y Marcellina (Le nozze di Figaro), Bastienne (Bastien und Bastienne), Donna Anna y Donna Elvira (Don Giovanni), Gilda (Rigoletto), Anna Bolena, Giulietta (Capuletti e Montecchi), Adina (L’elisir d’amore), Musetta y Mimì (La bohème), Liù (Turandot), Juliette (Roméo et Juliette), Micaela (Carmen), Costanza (L’isola disabitata). En zarzuela ha interpretado los roles de Ascensión (La del manojo de rosas), Carolina (Luisa Fernanda), Katiuska, y Marola (La tabernera del puerto). En el campo sinfónico y oratorio ha interpretado El Mesías (Haendel), Stabat Mater (Pergolesi), Requiem de Mozart, Fauré y Verdi, Elijah (Mendelssohn), Novena Sinfonía (Beethoven), Misa de la Coronación (Mozart) y Carmina Burana (Orff).
Entre sus recientes y próximos compromisos destacan Micaela en Sevilla con John Axelrod, recitales en el Festival de Música Española de Cádiz y el Teatro de la Maestranza y Fiordiligi con la Orquesta Ciudad de Granada, Festival de la Cueva de Nerja, Festival Internacional de Música y Danza de Granada y Teatro Cervantes de Málaga bajos las batutas de Andrea Marcon y Manuel Hernández-Silva. Ha participado en la grabación de un CD de dúos, junto al barítono Carlos Álvarez, bajo el sello DN Records.
En el año 2000, Domínguez-Nieto debutó como director de ópera en Salzburgo con El cazador furtivo de Weber y desde ese año hasta 2005 es director titular de la Ópera de Cámara de Múnich. Desde su fundación en 1997 es el director titular de la orquesta de cámara Concierto München. Entre 2009 y 2015 fue Generalmusikdirektor del Teatro de Ópera de Eisenach.
Dirige regularmente en el Teatro de la Ciudad de Klagenfurt (Austria) y en el Südostbayerisches Städtetheater, la Staatsphilharmonie Halle, la Orquesta de la Radio de Múnich, Sinfónicas de Nürnberg, Hof, y Múnich y WDR de Colonia, Filarmónica de Múnich, Staatskapelle de Halle, Orquesta del Mozarteum de Salzburgo, Bayerische Kammerorchester, Sinfonieorchester Basel, Brucknerorchester Linz, Staatskapelle Halle, Württembergische Philharmonie, Nordwestdeutsche Philharmonie. Ha dirigido también a la Orquesta de ORTVE, Real Filharmonía de Galicia, Filarmónica de Málaga, Sinfónica de Navarra, Sinfónica de Castilla y León, Filarmónica de Gran Canaria, Filarmónica de Varsovia, Sinfónica de Hungría, Orquesta de la Ópera Nacional de Hungría, Metropolitana de Lisboa o Filarmónica de Buenos Aires. Ha grabado para Sony-BMG y la Radio de Baviera, con la Sinfónica de Múnich, la Orquesta de la Radio de Múnich y la Filarmónica de Gran Canaria.
Nacido en Madrid en 1972, estudia piano, violoncello, composición y dirección de orquesta en el Conservatorio Superior de Madrid, en la Hochschule für Musik und darstellende Kunst en Viena y en la Mozarteum de Salzburgo. En 1997/98 fue director asistente de la JONDE y de la Münchner Jugendorchester. En 1999 ganó el puesto de director asistente de Iván Fischer en la Orquesta Festival de Budapest y en 2001 el primer premio en el 8º Concurso Internacional de Dirección de Orquesta de la Fundación Oriente de Lisboa.
El Cuarteto Bretón se presenta en Bucarest en el marco de un proyecto de divulgación del repertorio español para cuarteto de cuerda organizado por el CNDM y el Instituto Cervantes de Bucarest, con la colaboración de la Filarmónica George Enescu de Bucarest. El programa, que comprende el Cuarteto nº 2 de Juan Crisóstomo Arriaga; el Cuarteto nº 7, «de Ultramar», de Ramón Paus; y el Cuarteto nº 2 de Jesus Guridi, es una panorámica muy representativa de la creación cuartetística española pues abarca desde el incipiente romanticismo, todavía muy enraizado en la tradición clásica de principios del XIX, de Arriaga, hasta la creación más actual, pasando por uno de los cuartetos más brillantes de todo el s. XX, como el 2ª de Guridi, que, envuelto en el aroma del nacionalismo casticista imperante en la posguerra, conserva también las influencias francesas de su paso por la Schola Cantorum.
El Cuarteto Bretón
El Cuarteto Bretón nace en 2003, cuando cuatro músicos con larga experiencia en la música de cámara comparten la necesidad de dar a conocer cuartetos españoles, tanto actuales como del pasado, junto al gran repertorio de la formación, poniendo un énfasis especial en la obra de compositores como Ernesto y Rodolfo Halffter, Guridi, Bautista, García Leóz, Bretón, Orbón, Turina, Julio Gómez, Charles, Aracil, Marco, Greco, Carro, Halffter, Sánchez Verdú o Conrado del Campo, sin descuidar, por supuesto, el gran repertorio para cuarteto de todas las épocas.
El Cuarteto Bretón ha participado en series de conciertos en las salas mas importantes de España: Auditorio Nacional, Fundación March, Fundación Canal, Residencia de Estudiantes, CDMC, Auditorio del Conde Duque, Teatro Albéniz, Auditorio Reina Sofía, Residencia de Estudiantes, El Escorial, Teatros del Canal, Fundación BBVA, Música Antigua Aranjuez, Musica/Musika de Bilbao, Semana de Música Religiosa de Cuenca, Auditorio Nacional, Festival de Música Española de León, Festival de Toledo, Festivales y Ciclos de Música Contemporánea de Córdoba, Compostela, Badajoz y BBVA de Bilbao, Museo Picasso, los Festivales de Úbeda, Granada, Santander y San Sebastián, así como en el Colegio Español de París, Festivales de Cordes en Ballade y de Cuartetos de Luberon (Francia) y Sendesaal de Bremen.
El Cuarteto Bretón mantiene una importante actividad discográfica que incluye las integrales de Rodolfo Halffter y Jesús Guridi, Cuartetos de Tomás Bretón, todos para el sello NAXOS, Alfredo Aracil (Verso), Quintetos con piano del Padre Soler con Rosa Torres Pardo (Columna) o Música de Cámara de Juan José Colomer (Instituto Cervantes).
Crítica de Octavio J. Peidró para La Información 16.10.2017 | 00:50
Hace tan solo unos días que Alicante ha vivido alborozada el incontestable triunfo de la Selección Nacional de Fútbol en el Estadio José Rico Pérez que la ha conducido a su insoslayable cita con el próximo Mundial. Ayer, como otro fulgor de carácter identitario, la Orquesta Nacional volvió a demostrar por qué los españoles y españolas nos sentimos orgullosos de nuestras instituciones. En verdad que hay que felicitar a Josep Vicent por el acierto de haber abierto esta temporada en Campoamor con este magnífico programa, con la ONE y con uno de los directores más prestigiosos de los que habitan en nuestra nación. Por esa razón, lo de anoche, queridos lectores, fue una simbiosis simplemente perfecta, un maridaje musical del que se goza muy de cuando en cuando.
El director del ADDA ha titulado la temporada sinfónica con un aristotélico vocablo que induce a pensar que lo del sábado fue una Poetica -parafraseando al maestro de Altea- de la métrica y la prosodia musical sustanciada en la vorágine de compases de amalgama y compases dispares que se dieron cita en el escenario; una ofrenda telúrica a los dioses del Olimpo que nos legaron el cronos protos con el que Stravinsky se consagró en la primavera parisina de 1913. En consecuencia, un sí a ese latido, a ese pulso interior que pocos maestros dominan en el podio como Hernández-Silva. Y como prueba de ello, la espectacular ejecución de la Obertura Cubana, oportuna carta de presentación, que supuso el mejor expositor de la hábil factura intelectual del programa.
Fotografía: Basilio Martínez
La pieza de George Gershwin (Brooklyn, 1898-Los Ángeles, 1937), aderezada de esos ritmos y armonías que el americano aprendió del español Xavier Cugat y su orquesta -a los que escuchaba en su apartamento de Riverside Drive en Manhattan-, está inspirada en las melodías de los hits cubanos de los años 30 como «El Manisero», o «Échale salsita» de Ignacio Piñeiro, y en los aires del folclore popular, dícese de danzones, son, conga o el mismo mambo. En este sentido, fue extraordinaria la ejecución técnica de la orquesta que entendió a la perfección las directrices estéticas marcadas por el maestro que, a buen seguro, se sometería a un ejercicio inconsciente de introspección hacia su pasado caraqueño donde creció al amparo de una música —la que cantaba el pueblo— que contiene enormes lazos de consanguinidad formal y estilística con el alma de Cuba. Asimismo, se agradece el gesto -pocas veces hallado en las interpretaciones- de hacernos escuchar tres veces el penúltimo compás de la obra, tal y como dejó escrito de su puño y letra el propio Gershwin.
Tras un brillante inicio, llegó la atrevida apuesta por Phillip Glass (Baltimore, 1937), un autor al margen de todas mis apuestas, y que el público que abarrotaba la sala sinfónica del ADDA recibió de buen grado merced, sobre todo, a la impecable ejecución de los solistas Julien Bourgeois y Xavier Eguillor que, surmegidos en la extraordinaria complejidad técnica del set de doce timbales -siete para el xixonenc y cinco para el de Lyon-, a mi juicio, dieron todavía un paso adelante respecto a la interpretación que del Concierto Fantasía para timbales realizaron con la Orquesta de Valencia, por cuanto existe un proceso lógico de madurez al que se somete una partitura en la relectura de la praxis profesional. Por otra parte, el cara a cara de la ONE con Glass no es novedoso ni mucho menos, podría tratarse, incluso, de un cuasi idilio, pues aún resuenan los ecos de la Sinfonía Nº 8 y del Concierto para dos pianos y orquesta «The Light» -encargo de la propia orquesta- en el Auditorio Nacional en 2016. Ahora bien, aun si desde un punto de vista musicológico la música de Phillip Glass ha sido en muchas ocasiones encajada por la fuerza en el espectro minimalista, no hay demasiados asideros estéticos para valorar la obra de anoche en estos términos. Más bien parece un experimento deconstruccionista en el que forma y contenido musicales vuelven al útero materno para mostrarnos un atávico universo de sonoridades y ritmos ancestrales. Seguramente, el punto álgido de esta magna epopeya estuvo en la candenza entre el segundo y el tercer movimiento, momento en el que los solistas demostraron por qué son dos referencias indiscutibles en ese instrumento a nivel internacional.
Todavía exhaustos por la energía derrochada en la primera parte, la apoteosis llegó con la soberbia interpretación de la Sinfonía Nº 12 «El año 1917» de Dmitri Shostakóvich (San Petersburgo, 1906-Moscú, 1975). No cabe duda de que fue en la ejecución de este coloso musical donde pudimos ser testigos del ceremonial de fusión artística entre Manuel Hernández-Silva y la Orquesta Nacional de España. Siento defraudar a quienes todavía hoy piensen en esta obra como un homenaje sincero y sentido a Lenin; nada más lejos de la realidad. Abran los ojos y descubrirán el irónico «desaire» al dictador -permítanme el anagrama- que justifica el Dies Irae del comienzo -qué maravilla de contrabajos y cellos tiene la ONE- y todas sus variantes. Hernández-Silva supo crear la atmósfera necesaria para reproducir poéticamente el horror que el propio compositor vivió en aquellos meses de febrero y marzo siendo un niño. Es una sinfonía hecha con las tripas, exenta de sesgo político, donde el sábado la interpretación de la ONE dejó patente las ansias de libertad que proclama Shostakóvich, además de la incomprensible indolencia que sufre esta sinfonía respecto a las demás. Con la sexta menor del modo dórico como un referente que se asoma de manera obstinada en toda la introducción, la orquesta reflejó vívidamente la tragedia que se percibe en todo el discurso resuelto técnicamente de un modo impecable. Por otro lado, el adagio del II movimiento, aderezado de autocitas de la Sinfonía Nº 11, nos brindó momentos de enorme tensión expresiva a través de ese clima funerario, con los ecos de la metralla como rumores funestos, sobre otra variación del Dies Irae donde destacaron el exquisito color de la trompa y, sobre todo, los solistas de flauta, clarinete -en perfecta comunión-, el bello timbre del fagot de Enrique Abargues, y la redondez sonora del trombón.
Curiosamente, el prodigio ruso prescinde de la secuencia del himno latino al final, siguiendo la fórmula de Beethoven, precisamente para enfatizar de una manera ciclópea el triunfo de la Libertad. Una presión emocional que alcanza el paroxismo en la consumación gracias a que Hernández-Silva se vale con inteligencia de la potencia sonora que le proporciona un viento metal que actuó durante toda la sinfonía como una masa sonora uniforme, compacta, sin estridencias, pero con autoridad. Con ese concepto —prístino desde el comienzo— aplicado ahora también a la monumental cuerda que esta orquesta posee, se alcanza el clímax en los últimos compases con una ONE que eleva a ambos genios, al de San Petersburgo y al de Caracas, hacia las más altas cotas de sublimación artística que se haya oído nunca en el ADDA. El resultado fue el caluroso aplauso del público que, rendido ante tanta belleza, supo agradecer una versión que anoche hizo historia en esta capital, y que los intérpretes reintegraron con el Salut d´Amour de Edward Elgar (Broadheath, 1857-Worcester, 1934). El arranque de la temporada 2017-2018 no ha podido ser mejor. Conciertos como el de anoche le hacen a uno sentirse orgulloso de tener al alcance una programación sinfónica de altura, de tener un auditorio como el de Alicante.
Crítica de José Antonio Cantón para El Mundo, 16 de Octubre de 2017
Tres hechos a destacar han determinado la inauguración de la Temporada Sinfónica 2017/2018 del ADDA: la ejecución del excitante Concierto Fantasía para timbales de Philip Glass, la presencia por vez primera de la ONE en el magnífico auditorio alicantino y el debut de Manuel Hernández-Silva con dicha orquesta, sin duda, una experiencia muy significativa en la sólida carrera artística del maestro hispano-venezolano. Cada una de estas circunstancias era un más que suficiente aliciente para el aficionado, si además se tiene en cuenta que la tres obras del programa eran exponentes de la mejor percusión imaginada, pensada y realizada.
Hernández-Silva con la ONE en Alicante. Fotografía: Basilio Martínez
La siempre compleja asunción y posterior transmisión de la Obertura cubana de George Gershwin tuvo en el director su mejor exponente dado su natural conocimiento de los ritmos latinoamericanos. Sus marchosas indicaciones, en las que intervino todo su físico, facilitó la expresión de esta singular obra haciéndola atractiva de escuchar, enriquecida por una trepidante sección de percusión liderada por el siempre espectacular Juanjo Guillem, primer timbalero de la ONE, que en esta obra así como en la sinfonía que cerraba el programa destacó como elemento catalizador del éxito global de ambas interpretaciones.
De este modo transcurrió también la versión de la obra de ese gran minimalista norteamericano cual es Philip Glass. Director, solistas y orquesta funcionaron como un engranaje sonoro que llenaba de sensaciones al oyente, que se sentía sorprendido por la exploración que el compositor hace en cada compás de sus tres movimientos y cadencia, donde queda ejemplarizada la riqueza de su siempre experimental creatividad musical. El sonoro triángulo equilátero que formaban las dos baterías de siete y cinco timbales con las tres cajas funcionó a la perfección, envuelto por el repetitivo acompasamiento armónico del resto de la orquesta, creando un motórico discurso de singular atractivo. El virtuosismo de los solistas tuvo especial brillantez en la cadenza, pasaje fundamental para entender hasta qué punto Glass se sumerge en las posibilidades expresivas de los doce timbales al llevar su toque a límites técnicamente insospechados, inspirándose en la sincopada idea de Lalo Schifrin perteneciente a la banda sonora de la televisiva serie Misión Imposible. Los primeros bravos refrendaron la excelente aceptación de un público sorprendido a la vez que entusiasmado, confirmándose así el éxito de Julien Bourgeois y Xavier Eguillor como percusionistas de referencia en la interpretación de esta obra.
El otro momento esperado fue la Sinfonía nº 12 en Re menor, Op. 112, «Año 1917» de Dmitri Shostakovich. Hernández-Silva es un admirador de esta obra, cuyo Adagio asume como una de las inspiraciones más sublimes del pensamiento sinfónico del compositor petersburgués. El pulso que mantuvo el director durante sus casi quince minutos de duración fue toda una demostración de tensión musical y dominio del tempo. Los melopéicos diálogos entre distintos instrumentos de viento fueron esclarecidos ejemplos de virtuosismo técnico por parte de los profesores de la ONE, que lograron de su interpretación un ejemplo de lirismo sinfónico de gran altura, como vino sucediéndose en la sección de madera, donde surgía una riqueza expresiva digna de admiración. Hubo detalles que dejaban constancia de la total identificación de la ONE con la construcción que proponía el maestro, dominador del espacio eufónico del instrumento orquestal con la seguridad y experiencia que sólo puede provenir de su profundo conocimiento de la obra. Las transiciones entre movimientos fue otro aspecto a destacar de su interpretación, al saber predisponer el contraste con los motivos anteriores, aspecto clave para entender la sublime homogeneidad de esta sinfonía en la que el estallido de luz de su impactante Aurora, su tercer movimiento, fue palmario ejemplo de la mecánica precisión rítmica que este tiempo requiere. Ésta fue exaltada por una percusión espectacular que se diluyó en unas trompas de épico efecto sonoro. Hernández-Silva inició entonces un tensionado crescendo que le llevó a una apoteósica ejecución del Allegretto final.
Ante la ovación del público, el director quiso serenar la enorme excitación musical alcanzada con un exquisito bis de melodioso sosiego como el que contiene la sensual pieza de Edward ElgarSalut d’Amour en su versión orquestal, que puso fin a un concierto que superó todas las expectativas.
Esta web utiliza cookies para que podamos ofrecerte la mejor experiencia de usuario posible. La información de las cookies se almacena en tu navegador y realiza funciones tales como reconocerte cuando vuelves a nuestra web o ayudar a nuestro equipo a comprender qué secciones de la web encuentras más interesantes y útiles.
Cookies estrictamente necesarias
Las cookies estrictamente necesarias tiene que activarse siempre para que podamos guardar tus preferencias de ajustes de cookies.
Si desactivas esta cookie no podremos guardar tus preferencias. Esto significa que cada vez que visites esta web tendrás que activar o desactivar las cookies de nuevo.
Cookies de terceros
Esta web utiliza Google Analytics para recopilar información anónima tal como el número de visitantes del sitio, o las páginas más populares.
Dejar esta cookie activa nos permite mejorar nuestra web.
¡Por favor, activa primero las cookies estrictamente necesarias para que podamos guardar tus preferencias!